A veces se puede esperar la llegada del autobús, o la cola de un supermercado.
Se puede esperar la aparición de los novios al banquete y esperar sentado.
Se podrían esperar kilómetros y kilómetros de viajes con ida pero sin vuelta.
Yo he esperado cinco minutos o toda una vida.
He esperado dos cigarros, quizás cinco, y a veces todo el paquete. E incluso esperar los quince minutos de cortesía.
Se puede esperar el turno para hablar, y a veces para callarse.
Siempre se ha esperado el final de los trailers en el cine, que apaguen las luces y quedarnos a oscuras.
Siempre se ha esperado el final de los trailers en el cine, que apaguen las luces y quedarnos a oscuras.
Yo podría esperar una lluvia de estrellas brotadas de la constelación de Orión. De cualquier constelación.
Se puede esperar solo o acompañado, aunque duela más esperar cuando el frío se penetra en los huesos. Se puede esperar a poder hablar sin tiritar.
He esperado la llegada de cosas que nadie esperaría que esperaras. Juegos de palabras.
También esperaría el invierno con ganas. Quizás la nieve.
A veces se puede esperar la esperanza, pero al ser lo primero, a veces, desaparece. Y se camufla la espera, para dar lugar a la desgana. Podría esperar una explicación.
Al final, hay cosas esperadas que no llegan y cosas que no esperas que aparecen cuando menos te lo imaginas.
Todo depende del reloj de la espera.

No hay comentarios:
Publicar un comentario