Jamás se perderá...
Me encanta cuando la luz del sol arde sobre la línea del horizonte, creando en mi una tenue atmósfera de confusión, mientras la temperatura desciende.
Vuelvo al estado de embriaguez que me proporciona ese instante en el que miro al norte, ese que funde el tiempo y sus relojes, buscando algo que admirar, algo que escuchar... o simplemente, silencio.
Después de tanto, he vuelto al mismo sitio, en la misma situación, donde mis escalofríos se transforman en suspiros de deseo.
Y la luz se esconde, haciendo estallar la oscuridad, cubriendo el suelo con sombras ficticias e ilusiones difuminadas.
Esta tarde, la brisa, el camino y las piedras han sido cómplices de mi descuido.
Así que he decidido perder la consciencia, como solía hacer. Miento. Cómo siempre hago desde aquella vez...
Todo es más fácil así.
En las calles hay música, piruetas y sombreros que esperan unas monedas, mientras yo chasqueo mis dedos. Todo da vueltas. Y yo me siento ligera y capaz.
Escuchaba la melodía y me acercaba poco a poco, o quizás ella se acercaba a mí... y paseaba por mi cuerpo a través de la brisa de sus notas, dejando una suave caricia. Encontrándome, de repente, meciéndome entre sus acordes, llevando el ritmo con la respiración hacia la cadencia de aquella música que parecía que envolvía mi cuerpo, como una burbuja.
Ha sido maravilloso hasta que la música paró de sonar, pero yo seguía impregnada con el calor que esa burbuja me ofrecía y embriagada por la melodía que aún persistía en mi eco...
Hoy siento que llevo el mundo en mi bolsillo. Sonrío, y me siento ridícula al ver que alguien se ríe de mi por mi estúpida sonrisa. Y ese alguien me guiña un ojo.
El puente que cruzaba el río gritaba a pleno pulmón: ¡SALTA! Pero he tropezado con los días que van por delante.
Parecía que por cualquier camino se podía alcanzar el kilómetro cero, y buscar la meta que me pide el cuerpo cada veinticuatro horas era mi propósito.
Si, el vaso estaba lleno de ganas, y yo me encontraba llena de sed. Todo lo que yo deseo es mentira, y todo lo que quiera creerme me lo miento yo.
Esta tarde, la ciudad no ha parado de sonreir. Y, a pesar de que era silencio lo que buscaba, me lo pintaba yo con el humo de mi cigarro.
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