Alguien me dijo una vez: “Aprovecha cada momento como si no volvieras a vivir más”. Aquel día lo tenía en mente. Y así lo hice.
Llegó ese instante en el que subimos arriba, permaneciéndonos bajo la Alhambra, observando la luz del sol tan tenue y difuminada y admirando los colores de la Catedral.
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Ya lo había vivido antes, pero esta vez nos acompañaba la música.
Aquel lugar estaba lleno de improvisación, se podía respirar el sonido de las notas y oler los acordes que se esparcían. Incluso se podía notar el estado de satisfacción de los que estábamos allí.
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Fue demasiado agradable como para que esa sensación permaneciera constante. A las 22 horas y 59 minutos terminó todo.
Pero esa noche no terminó allí. No bastó haber disfrutado como críos. No, el cuerpo nos pidió algo de jazz mezclado con flamenco.
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Y la sensación de cerrar los ojos, moverme y chasquear los dedos al sonido de la música volvió.
Estoy segura de que en esta ocasión fui yo la que se alejó de ese instante. El motivo fue el calor. O quizás el cigarrillo del bolsillo.
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Aún no lo sé.
Pero aparecieron otro tipo de voces llenas de rock, que dejaron el jazz de lado. Desfase total.
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Toda la noche la pasé con ellos. Con esos artistas desconocidos ante la sociedad, pero espectaculares para mi.
Fue increíble.
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Aunque la despedida y el saber que puede que no los vuelva a ver fue, sin duda, la peor parte de la noche.
Una vez despierta y casi sin falta de sueño, cogimos el coche, ella y yo, y nuestro rumbo era la costa de Andalucía, donde el ambiente se mezcla en el cuerpo, pero literalmente.
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Dejando que desaparezca todo al ver el mar, y sentirlo poco a poco, mientras voy dejando que me arrastre más adentro y permitiendo que el sol se incruste en mi piel.
Y volver al coche, para dejar atrás una gran ciudad llena de todo lo que uno puede pedir y dirigirnos a un lugar alejado, desconocido, insignificante que para mi lo fue todo por un instante.
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Se inhalaba tranquilidad, al igual que se percibían sonidos que no existen en otro lugar.
Fue maravilloso poder tumbarme en el tejado y contar las estrellas, mientras hablábamos de telescopios y constelaciones.

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