El horizonte es para mí una poesía que se viste de música, y mientras me despierto, el cielo juega al escondite con las nubes, sin encontrar al sol. El tren ya no me echa de menos, pero cuando gira y su maquinaria choca con los raíles, grita, al llegar de nuevo a la ciudad del aire, del viento… Y de noche, mientras recorría las calles en el mundo de la música, las estrellas creaban increíbles formas, como sonidos, creando una perfecta armonía. Y me gustaría dormirme entre las ruinas de esos acordes, para despertarme con el olor de la tierra mojada, o de la fresca hierba…Leo, porque sé que no hay otro modo para escapar de la rutina. Y volviendo a la noche, bailo una canción diferente, para que mis pies recuerden siempre que bailar es la solución a los problemas.
Supongo que aún quedan gatos que maúllan ante la luna, pero también algo de amor hundiéndose en el vaso de cristal. Aún queda esperanza, a pesar de que las estrellas se unan al cielo y a las nubes en el infinito.
Ahora tampoco puedo ver la luz de las farolas que antes iluminaban mis sueños y me pasaba la noche mirando por la ventana, esperando un rayo de luna que ilumine mi rostro, esperando el color de la mañana. Pero aún no ha amanecido, y todo suena como un disco rallado. Rompí aquellas fotografías y esperé a que un ápice de esperanza me recordara por qué sigo viva, y por qué sigo luchando. Porque sigo buscando algo realmente agradable. Nada mejor que tomar un café mientras, mirando al cielo, espero a que el humo de cualquier avión dibuje una sonrisa. Pero nada de eso pasa.
Leía, siempre leía. A veces historias de amor, a veces poesía que me arañaba el alma y lograba que los latidos de mi corazón agitaran la mesa. Yo miraba el papel y dejaba que mi esencia se perdiera en las líneas de mis manos. Escribía para poder encontrarme en mis palabras, y después poder comer sueños y espuma.
Amanezco con ojeras, y me lavo la cara, ya que ni siquiera mis manos pueden arrancarme las legañas. Desayuno con la mirada perdida y salgo, para que el mundo me devore.
El sonido de las paredes atormentadas es lo único que ha quedado del eco de mi voz, que parece nunca volverá.
Sin embargo las canciones no han dejado de existir y mis palabras son fieles camaradas del viento.
Sólo me reciben las calles desiertas de madrugada, cuando el silencio es abrumador, invitándome a escribir poesía en las fachadas. Quizás un “te necesito” que ilumine las calles en medio de la noche…
Y un baile final...
"He descubierto que la poesía es un cuadro que se pinta sin usar pinceles,
una danza que se baila sin usar el cuerpo, un beso que se da sin usar los labios.
He descubierto que la poesía es un juego en el cual está prohibido seguir las reglas;
que es entender que tenemos el pecho lleno de musgo, de nieve, de agua, de tierra
y de semillas que florecen como soles."

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