Más rutinas.

Rutinas. Rutinas que tienen "algo". Algo mágico. Viajar en autobús, al fondo, con los pies puestos en el asiento que hay justo delante. La música de fondo penetrándose en tus oídos a través de los auriculares. 
Y digo: "hoy empieza un nuevo día", aunque sea el mismo paisaje, que digo, aunque sean las mismas casas, las mismas personas con las mismas rutinas. Ver pasar personas como la vida pasa en segundos cuando alguien muere.
Los colores se escapan de los ojos y puedo pensar en cómo será una vida cada día. Escribirla. Muchas novelas en mente y ninguna sin escribir. 
Pienso como Amelie, y me pregunto cosas como: "¿cuántas parejas tendrán un orgasmo en este momento?" y la respuesta es 15. Aunque solo lo sabe Amelie.
La vida está llena de autobuses. Personas que se suben y personas que se bajan, otras que se tambalean por un bache.
Un continuo vagar de sueños y pensamientos que no tienen por qué escribirse el día de San Valentín, y que duran lo que puede ocupar un etcétera.
Y al final, ya no importan todos los autobuses perdidos, o todas las veces que me he equivocado de parada, o las personas que se han sentado justo al lado y se marcharon a otro sitio. 
Siempre llega otro autobús, aunque la rutina es, a veces, perpetua. Y me gusta que sea así.

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