Si los nombres dejaran de sonar igual, las piezas de ajedrez se desplomarían en el tablero, y los planes sobre una hoja en blanco. 
Y mis caprichos siguen creciendo, al igual que mis dudas.

Si pudiera entrar de nuevo en esa sala con luces en el suelo y olor a palomitas y coca-cola.

O si me subiera al autobús que recorre Granada para matar el tiempo mientras pienso en palabras que empiecen por “m”, como Mareas, por ejemplo.
Y es que esa pérdida de tiempo en el autobús, tanto si pienso en él como si no, me importan una Mierda.

Seguramente les daría propina a los porteros que cuidan de los pisos de siete plantas si dejas caer cerca el rock and roll.

Y ahora quisiera que fueras la cerveza para acompañarte en forma de espuma en los bares de Galicia.

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