Agrietada.



Esas miradas que a veces rasgan, un viernes en estado de espera, como la canción, un vaso medio lleno (o medio vacío) de canciones pasadas.

La ventana guarda ese corazón que nace cuando echas vaho (o valor), saca la noche y deja entrar la mañana, aunque sigo soñando con la luna de Escorpio, encerrada entre constelaciones.

Sorpresas, aunque quizá no tan sorprendentes, que te roban los versos, como ocurre con el sinsentido de nuestra última... ¿caricia? Dejémoslo en roce.

Así aprendes a desligarte de los colores, de la belleza, aunque te escuezan los ojos y las lágrimas sepan a agua de mar pero suavizada.

Creo que nunca he tenido la voz tan quebrada.

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