He guardado los secretos en el último cajón de la izquierda.
Y he dejado de darle vueltas a un deseo que hacía días que me rondaba por la mente.
Encendiendo mecheros y apagando cigarros.
Lapido vuelve a meterse a las cuatro de la mañana en una habitación donde habita el silencio.
Únicamente lanza ocho versos al oído y me embriaga, descolocando todas las piezas del rompecabezas.
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