Ya se llorar una vez por cada vez que rio...

El tiempo me atrapaba haciéndome chantaje con sus segundos, pidiéndome respuestas cuando ni siquiera sabía responder a la pregunta.
Siempre supe que las estrellas eran mágicas, aunque de vez en cuando esa magia se pierde. Muy de vez en cuando.
Nadie sabe cómo reparar mi mirada, cómo darme la droga para mi alma, como bordar la más amplia de las sonrisas.
Los pasillos arrojan sueños, congelando a su vez recuerdos por la noche para recuperarlos por la mañana.
Y aguardar a cualquiera que consiga un reloj sin manecillas, sin tiempo, algún sueño perpetuo que no esté plasmado en una triste fotografía.
Dejando que las sirenas ahoguen con sus cantos las voces de las otras sirenas o que un sombrero recoja monedas de plata. Qué absurda inseguridad.
No creo en la delicadeza de los espantapájaros que se rompen, y que ni tan siquiera se corrompen en el puerto que elige la vida.
Ni que fuera haya algo que aleje esta niebla de mí. Ahora mismo no lo creo.
Hablo de tornados llenos de corrientes inversas, y quizás polvo que escala muros en vez de excavar hoyos, donde yo me pueda ocultar cuando me de miedo ser una mujer.
Me enganché en ti durante la noche, mientras soñaba. Sólo el subconsciente pudo concederme tal imprudencia. Menuda insensatez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario