Ha dejado de importarme el salir corriendo e intentar escapar, porque sé que me acabará encontrando…
Aunque dude de mis días azules, y aunque crea que mis recuerdos lo derrumbarán. Aunque sea más de valorar los momentos cuando ya pasaron, aunque sepa llorar sabiendo que nadie me va a escuchar. Llegará. Me arrebatará todo lo que pienso y no podré dejar de sonreir. Aunque haya pasado quinientos días grises, y haya visto pasar las horas muertas en aquel rincón. Si, fui capaz de sonreir dos días en un año, y creí que nunca más pasaría. Creo que todo empieza a ser efímero, porque me lo arrebataron todo. Pero esta vez no será así… He trazado un plan perfecto con su nombre, y el dos parece un número mágico...
En mis ojos puede verse el tiempo detenido preparado para conquistar el universo. He descubierto que puedo caminar sin rumbo, sin detenerme, como quien no sabe a dónde ir, sin importar las horas, ni los minutos, ni siquiera los segundos… Cómo si con eso pudiera crear mi propio universo, irreal, utópico, perfecto, en el que las meriendas son deliciosas y los relojes se derriten como los de Dalí, para dar paso a otro tiempo que nadie puede ver, porque sólo existe en mis manos. Llegará, derribará todos tus recuerdos para dar paso a otros nuevos. Volveré a creer en los finales felices, o simplemente en su inexistencia. Sabré que cada momento es especial, me perderé en la última fila del cine llenando la película con miradas de fuego. Sea como sea terminará siendo amor, no el amor de las películas, siempre predecible, hablo de otra clase de amor, un amor que se descubre con la experiencia. Porque he paseado bajo un cielo lleno de estrellas, saboreado el chocolate caliente, que a su vez calentaba mis manos, y viajado en el espacio, y en el tiempo... Porque he sido capaz de sonreir sin que importara nada más.
¿Sabéis de qué hablo? Eso tiene nombre. Se llama felicidad, y acabará encontrándome.

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