Sin City


Se estremece con el viento como la última hoja de un árbol que se muere. Dejo que oiga mis pasos. Se queda rígida un instante.

- ¿Quieres un cigarrillo?

- Claro, gracias. ¿Te aburren tanto como a mí?

- No he venido a divertirme. He venido por tí. Llevo días observandote. Eres muy deseable. No es tu rostro, ni tu físico, ni tu voz. Son tus ojos. Las cosas que veo en tus ojos.

- ¿Y qué ves en mis ojos?

- Una serenidad salvaje. No quieres huir. Afrontarás lo que tienes que afrontar, pero no quieres hacerlo sola.

- No. No quiero hacerlo yo sola.

El viento se eleva electrizante, ella es dulce y cálida, casi etérea. Su perfume es una dulce promesa que hace aparecer lágrimas en mis ojos. 

Le digo que no se preocupe, que la salvaré de todo cuanto la asuste y que la llevaré muy lejos. Le digo q
ue la quiero.

El silenciador hace del disparo un susurro, y la abrazo fuerte hasta que se desvanece. Ya nunca sabré de qué huía. 


Cobraré el cheque por la mañana...